El mundo se mueve por codicia, por el deseo de siempre tener más. Más poder, más dinero, más influencia en cuantas más personas mejor.
Muchas personas en la rutina no se plantean que grado de subjetividad inculcada tiene su opinión sobre las cosas que ven, que desean, que compran. Día a día son esponjas que constantemente absorben información, que sin darse cuenta viene de forma capacitada para cambiar su punto de vista hacia la misma. Esto a un nivel elevado a las más altas élites mundiales, puede ser muy peligroso. Campañas electorales, apoyos de empresas privadas y entidades creadas meramente para ejercer presión sobre diferentes candidaturas de forma que son capaces de cambiar ideologías, de crear conflictos internos en un mismo partido (Lobbies).
Frank Underwood (Kevin Spacey) protagonista de la serie que nos incumbe, acompañado de su esposa Claire (Robin Wright), toman el papel de publicidad engañosa, pero en un sentido más frívolo, desalmado, más cegado de poder. Más allá de toda consideración ético-moral que podamos tener, es cierto que poseen habilidad para ello. Habilidad para manejar mentes, habilidad para manipular personas a su antojo. Buscar la forma de darle de comer a ese perro hambriento, para que deje de ladrar y olvide que sigue atado a un poste. Es de esta forma, como vemos la evolución de un personaje, que ya a primera vista vemos con ansias de crecer políticamente, con una exponencial necesidad de poder e influencia en los altos cargos de la Casa Blanca.
Pinceladas de poderes mediáticos corrompidos a favor del que prometió falsas expectativas políticas y de mejoras laborales. Pequeños peones aquí y allá que ayudan a nuestro personaje a abrirse paso por un mundo cínico y sin escrúpulos, donde importa más la apariencia y opinión pública que la ética personal. Tanta aberración moral y ética, tantas injurias y decisiones casi antihumanas... ¿Y sabéis lo peor de todo? Que nos gusta. Nos gustaría tener tanto poder, nos sentimos atraídos hacia esa capacidad de irrumpir y cambiar la perspectivas de tantas mentes, a la capacidad de deslizarnos entre los problemas e irlos esquivando con apariencias burocráticas y servicios privados corrompidos que aseguran tu integridad pública y privada.
Querríamos ser ese hombre, ese Francis férreo y sin escrúpulos que está tras tanto poder de convicción, tras tanta calumnia, tras tanta acción política, tras tanto dilema. Porque minuto a minuto tendrías una vida apasionante y apasionada hacia lo que realmente te mueve por dentro como persona. Porque sentiríamos vivos.
Querrías ser esa mujer, esa Claire extorsionista y enigmática, que tras falsas expectativas de generar confianza, dulzura y comodidad en las relaciones sociales, esconde una frialdad inigualable. Una verdadera arpía en los momentos críticos, que sabe siempre cómo arreglárselas para salir bien parada. Una apariencia de la que en ocasiones se arrepiente en solitario, mostrando su lado más humano al espectador. Una mujer estilosa, inteligente, fuerte y que brilla por luz propia.
Personas que gobiernan y trabajan con una de las fuerzas más importantes que motivan al hombre; el miedo. Miedo de que pueda ser peor, aunque no sea así en realidad. Confórmate con vivir con la soga al cuello, porque puede ser peor, puede que la soga se tense. Una vez asustadas y dramatizadas, las personas son más eficaces y sumisas, por miedo a que pueda agravarse su situación. Juntos, son el dúo perfecto. Un macho alfa y una mujer alfa. Una dupla inquebrantable en la que ambos, en sus momentos más decadentes y de crisis personales, son capaces de apoyarse recíprocamente para superar sus problemas y levantarse aún más fuertes de lo que eran. Eso es "House of Cards".
Una serie sin escrúpulos que te enseñará que toda acción tiene consecuencia y que toda verdad esconde una mentira. Una magnífica crítica al sistema, que capítulo a capítulo es capaz de hacer que entres en un dilema moral del cual difícilmente podrás librarte.
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