¿Cómo afecta la inflación a las empresas?

Juan_Estebanez
Editor_Telefonica Empresas
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La pandemia de coronavirus provocó la casi total paralización de la actividad económica en 2020. El paulatino levantamiento de las restricciones favoreció una recuperación de la economía en 2021 que, aunque desigual, parecía volver a la senda de la normalidad. Sin embargo ha aparecido la amenaza de la inflación. ¿Por qué? ¿Cómo afecta a las empresas? 

 

Qué es la inflación 

 

La inflación es un aumento generalizado de los precios en una economía provocado por un desequilibrio entre la oferta y la demanda. Es un proceso económico que provoca con el tiempo una reducción del valor de la moneda. 

 

La inflación supone una suerte de “impuesto invisible”, ya que provoca una merma del poder adquisitivo y una devaluación del ahorro. La inflación supone que, con la misma cantidad de dinero, puedan adquirirse menos bienes y servicios que en el periodo anterior. Por ejemplo, el dato de inflación de España de junio, que revelaba una inflación del 10,2% interanual, supone que la capacidad de compra del sueldo medio de 26.800 euros de hace un año es ahora de 24.067 euros. Es decir, en términos reales, una persona que ganase esa cantidad ha perdido 2.733 en un año. 

 

Incluso tasas moderadas de inflación pueden significar serias pérdidas en el bolsillo del ciudadano. Por ejemplo, una inflación del 2% de media anual en 30 años reduce un 45% los ahorros. 

 

 

La inflación puede originarse por el lado de la demanda o por el lado de la oferta: 

 

  • Demanda: la demanda se incrementa y la oferta no puede seguir el ritmo para abastecerla. Esto puede suceder cuando la economía está usando todos los factores de producción y no da abasto para satisfacer el incremento de demanda.  También sucede al imprimir mucho dinero o, de forma similar, incrementar la masa monetaria.  

 

  • Oferta: aumenta el precio de la energía y las materias primas. Esto provoca un incremento en el precio de los productos, lo que puede llevar a una espiral inflacionista al reclamar los trabajadores más salario para paliar la pérdida de poder adquisitivo, lo que eleva aún más los costes de producción y consecuentemente, los precios. Ésta es la peor clase de inflación y es la que se está sufriendo en la actualidad. 

 

 

En España, el método más popular para medir la tasa de inflación es el índice de precios al consumo (IPC). El IPC mide la variación media de una cesta escogida de bienes y servicios durante un periodo determinado. El cálculo más usado es la variación anual. 

  

Este indicador arrojó una tasa de inflación del 10,2% en junio en términos interanuales, la más alta en 37 años.  

 

 

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¿Por qué sube tanto la inflación? 

 

El parón económico sufrido por el confinamiento y las restricciones aplicadas por culpa del Covid-19 originó un gran desplome de la economía en 2020. Para reactivar la economía, se aplicó un intenso paquete de estímulos fiscales y monetarios.  

 

La economía vivió un “efecto rebote” en 2021, con una apreciable subida del PIB. Sin embargo, las medidas aplicadas tuvieron otros efectos indeseados: un severo incremento de la deuda pública, que en España llegó al 120% sobre el PIB y una espectacular escalada de la inflación. 

 

Durante la crisis de 2008, la mayor parte de los países de todo el mundo también aplicaron fuertes estímulos fiscales y monetarios que no se tradujeron en una inflación desbocada como la actual. Es cierto que los estímulos son ahora mayores, pero ¿por qué no estalló la inflación durante la crisis anterior? 

 

Sin inflación en 2008

 

El BCE y el Banco Central de Japón inyectaron grandes masas de dinero a partir de 2008. Este incremento de la masa monetaria no se tradujo en aumento de precios por varias causas: 

 

  • Velocidad del dinero: la velocidad en la circulación del dinero, es decir la frecuencia de las transacciones de bienes y servicios ha ido disminuyendo en este tiempo y por eso no se ha traducido en más inflación. 
  • Globalización: la deslocalización fruto de una economía más globalizada ha reducido los costes de producción y ha incrementado la competencia a nivel mundial. Esto ha provocado una caída de precios. 
  • Digitalización y automatización: cuando empiezan a subir los salarios, las empresas tienden a digitalizar para ahorrar costes, lo que reduce los precios cuando este aumento salarial se compensa con la digitalización. 
  • Refugio en el mercado bursátil: buena parte del “nuevo dinero” fue a parar en inversiones de renta variable, por lo que no llegó a la “economía real”. 

 

Fuerte inflación en 2022

 

La actual crisis sí ha desembocado en fuertes alzas de precios. La inflación ha estallado este año, pero ya había serios indicios durante 2021. En principio, parecía que la inflación iba a ser transitoria, pero ha acabo enquistándose. 

 

 ¿Por qué ha sucedido esto? Como consecuencia de la pandemia, se produjeron en la economía los llamados “cuellos de botella”. Esta crisis de suministros se produce porque, a raíz del parón en 2020, las empresas dejaron de invertir y los trabajadores produjeron menos. Las empresas tenían dificultades para escalar la producción porque habían perdido la capacidad para aumentar los suministros (semiconductores, gas, contenedores, transporte por carretera…). Se produjo una reducción de la oferta en la que uno de sus efectos es el aumento de precios. 

 

Además, en los últimos meses los gobiernos impusieron más leyes contra el cambio climático que tuvieron como efecto el encarecimiento de la energía y restricciones a la producción que agravaron el problema por el lado de la oferta. 

 

El último golpe a la economía vino por la guerra de Ucrania. Sin embargo, la inflación de febrero, antes del estallido del conflicto, ya estaba en el 7,6%, por lo que la invasión rusa sólo ha añadido un pequeño incremento a la desbocada tasa de inflación actual. 

 

Sin embargo, las causas de la actual inflación responden más bien a factores de demanda: en realidad, la economía ya estaba produciendo mejor en 2022. Pero el consumo de bienes físicos se disparó este año con una demanda distinta a la de antes de la pandemia y a la que la producción no estaba preparada. Además, los empresarios aumentaron sus inventarios por temor al desabastecimiento y se incrementaron las compras más de lo necesario. 

 

Pero el factor más relevante ha sido el aumento de la demanda por las políticas fiscales y monetarias: con el objetivo de estimular el gasto, los gobiernos incrementaron el gasto público y alentaron el gasto privado a través del endeudamiento barato (bajos tipos de interés, más inyección de dinero a la economía, etc). 

 

Esta combinación de una oferta rígida más una demanda explosiva ha desembocado en la actual y elevada tasa de inflación. 

 

¿Cómo evolucionará la inflación? 

 

Es difícil predecir lo que sucederá ahora. Un escenario deseable es que finalicen los cuellos de botella y la demanda se acompase a la oferta. Con la inflación en su peor nivel en casi 40 años este panorama parece ahora altamente improbable. 

 

Lo más probable es que el desajuste prosiga y la inflación se extienda en el tiempo, lo que provocará una caída de los salarios reales y que los empresarios trasladen a los precios el aumento de costes. Esto se traducirá en una espiral inflacionista que agravará el problema. 

 

Ante esta situación, a los bancos centrales no les quedará otra opción que retirar los estímulos. En política fiscal, esto supone un aumento de impuestos y una disminución del gasto público. En política monetaria, una subida de los tipos de interés. Esto enfriaría la economía y reduciría la inflación, pero también ralentizaría el crecimiento económico, con el riesgo de aumento del desempleo y recesión.  

 

Efectos de la inflación en las empresas 

  

La inflación supone para las empresas un incremento generalizado de sus costes de producción. Entre ellos, los costes salariales. Lo normal es que los trabajadores exigen alzas salariales para paliar su pérdida de poder adquisitivo. Si las alzas están recogidas en convenio o el empresario las asume, pueden reperticur en mayores precios de ventas de sus productos, lo que alimentará aún más la espiral inflacionista. 

  

La inflación también afecta a la inversión. Los flujos de caja que se vayan a percibir en el futuro poseen menos valor con una fuerte inflación. Esto puede reducir las inversiones de la empresa y lastrar la introducción de nuevas tecnologías y, en consecuencia, minar la inversión. 

  

El único factor positivo de la inversión es el efecto que tiene sobre las deudas. Al minorar el valor de la moneda, el pago nominal de las deudas hace que el coste real de una deuda sea menor. Sin embargo, la subida de los tipos de interés hará que el acceso a la financiación sea mucho más restringido. 

  

Una mayor tasa de inflación respecto a la de los otros países provoca también una caída en la competitividad internacional de las empresas. Con costes más elevados y una pérdida del valor de la moneda, la solución lógica es subir los precios, lo que mina la competitividad frente a empresas extranjeras mejor posicionadas. 

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